domingo, 14 de mayo de 2006

¡Mira las cosas que lee!

Un post en la bitácora de Piluky, en el que se muestra un poema de García Lorca, me ha llevado en un momento al pasado lejano, a una clase de colegio en séptimo de EGB (Educación General Básica), algo así (en edad) como el actual primero de ESO, pero cuando el dictador Franco todavía estaba vivo.

Yo leía mucho, y había comenzado a leer a Federico García Lorca un tiempo antes, en la edición de la colección Austral de Espasa Calpe de Romancero gitano y poema del cante jondo, que tenía en casa.

Descubrí, un buen día, en la biblioteca del colegio, una edición de las Obras completas de Federico. Las cogí prestadas y leí. Leí poesía. Leí teatro. Y tanto había leído que paré entonces...

El libro era gordo y pesado. El día en que lo llevé al colegio para devolverlo, lo tenía en la esquina de mi pupitre, para que no se me olvidara llevarlo a la biblioteca en el recreo. Tenía clase de Ciencias Sociales.

Mi profesor de "sociales" era también mi profesor de Lengua y Literatura. Al pasar al lado de mi pupitre vio el libro y lo cogió.

¡Mira las cosas que lee! -dijo. Y abrió el libro. Con una rapidez asombrosa localizó un texto y comenzó a leer en voz alta poniendo la voz que se usaba entonces para parodiar a los homosexuales hablando. Mi profesor era muy masculino. Prototípico. Aunque no era muy alto, la estructura del cuerpo era típicamente masculina, el pelado impecablemente masculino y lucía un bigote de esos que parece una línea, muy de moda entre los hombres de derecha cerrada en aquella época.

No puedo recoger aquí el texto exacto que leyó, porque no tengo ese libro en casa, ni he podido encontrar el texto en la Red, pero decía algo así:
El sitio que más me gusta de tu casa es tu bañera. Porque allí te contemplo como un pescadote, gordote, coloradote...
El texto era parte de una carta de Federico a Luis Buñuel.

Os podéis imaginar ese profesor leyendo ese texto. Ese profesor de Lengua y Literatura intentando ridiculizar a uno de sus alumnos porque leía poemas y obras de teatro de un rojo maricón. (¿Cuál si no era el motivo de la elección del texto y de ese exabrupto antipedagógico?)

La verdad es que ese profesor intolerante y decepcionante consiguió algo ese día. Consiguió que, en vez de devolver el libro en la biblioteca, renovara el préstamo y disfrutara leyendo las cartas que no había leído. Que descubriera muchos aspectos de Federico que desconocía hasta entonces. Que siguiera admirando a Federico y perdiera mi admiración por él (como alumno enganchado a la lectura, admiraba a mi profesor de Lengua y Literatura, que tánto sabía de libros... hasta ese día en que pasó a ser algo para lo que entonces aún yo no tenía palabras).

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