lunes, 24 de abril de 2006

Wetter / Weather / Temps / Tempo

Sturm. Regen. Hagel.
Storm. Rain. Hail.
Orage. Pluie. Grêle.
Tormenta. Chuva. Granizo.


Eso es lo que tuvimos en Sevilla la tarde en que quedamos. Ella venía de lejos, y fuimos a dar un paseo. La tarde estaba gris, pero agradable.

- ¿Parque o ciudad? - Pregunté.

- Parque -contestó sin dudarlo.

Fuimos a uno de los parques más hermosos a los que se puede ir en esta ciudad y paseamos a izquierda y derecha, arriba y abajo. Le enseñé árboles y rincones hermosos, fuentes y edificios. El parque, lo habréis adivinado, era muy grande. Caminamos y hablamos. De vez en cuando hacía de perfecto anfitrión contando la historia de una estatua, por qué se había puesto una reja alrededor o el origen y el uso de los edificios.

El parque, aunque grande, no era infinito, y tuvimos que continuar paseando por la ciudad. Entonces, comenzó a llover. Primero una lluvia suave. Caminamos en busca de un sitio agradable para tomar una cerveza a buen resguardo. Entramos en un barrio histórico y le conté que había vivido allí hace algún tiempo. Ella preguntaba por las casas y las iglesias. Hablábamos, además, de muchas otras cosas, como personas cultas e interesantes. La lluvia arreciaba, poco a poco, mientras caminamos por las calles estrechas, viendo casas y algún resto arquelógico... comenzó entonces la tormenta.

Llovía fuerte, cada vez más. Nos refugiamos en la puerta de un bar que aún estaba cerrado. Tenía un arco que nos dio cobijo de la lluvia, pero no de los coches, que pasaban demasiado rápido, salpicando agua de los charcos que se habían formado. Comenzó entonces a granizar. Pequeñas piedras blancas caían sin descanso. Los faros de los coches hacían que brillaran sobre el suelo, destacándose del agua. Los camareros que preparaban el bar para abrir se asomaron a mirar...

Por fin abrieron y pudimos huir de los coches y la lluvia. Tomamos una o dos cervezas y charlamos un buen rato. Cuando paró de llover dije que era mejor que aprovecháramos y fuéramos hacia algún sitio agradable para cenar algo. Salimos del bar.

Calle tras calle, mientras se hacía de noche y llovía cada vez más fuerte, encontramos restaurantes cerrados. De vez en cuando nos resguardamos bajo un toldo o un soportal. Después de dos o tres elecciones equivocadas, nos dirigimos a un restaurante de comida exótica, muy agradable y cálido, donde siempre había recibido un buen trato. Estaba algo más lejos y caminamos un rato más, bajo la lluvia, ya mucho más intensa.

Poco a poco las ropas se iban empapando y los zapatos cedían al agua de los charcos. Llegamos. Llegamos al sitio, pero el sitio no estaba. Donde alguna vez estuvo había otro, cerrado a cal y canto con una persiana metálica. Encontramos abrigo en el portal abierto e iluminado de un hotel que se encontraba a pocos metros. Ella se agachó y, con ambas manos, retorció la parte de abajo de su falda para exprimirla. Sobre el suelo cayó un chorro de agua.

Cedió un poco la lluvia y volvimos a caminar, ya en un último intento. Reímos: todo esto era como una película de humor, en la que atendiendo a alguien que viene de lejos y con quien aún no se tiene mucha confianza, se suceden los desastres y las situaciones ridículas. Allí estábamos los dos, con el pelo y la ropa empapados, en una calle oscura sin ningún bar a la vista, a punto de ir a un centro comercial o algo parecido para asegurarnos de que estuviera abierto un sitio donde comer y dejar de mojarnos.

Y fuimos a un centro comercial lleno de locales y de cines. Recordé que allí había una cervecería donde servían cerveza artesanal y no se comía mal. Estaba abierta. Había sitio. Nos pusieron de beber y de comer. Y hablamos -yo un poco más, porque con esta mujer se me dispara la palabra-, hablamos bastante y de muchas cosas. Y me contó que sus amigos, allá donde vive, pensarían que era una exagerada si contaba esta tormenta, la luvia, el granizo... Yo bromeé diciendo que podía publicar un post en mi bitácora para que lo leyeran y la creyeran... Cuando llegué a casa, no me pareció la broma mala idea...

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