domingo, 23 de abril de 2006

Día del libro

Sonó una voz:

Pobres libros, que precisan de un día especial para ser celebrados, defendidos, valorados. Como la mujer, la multiculturalidad o los derechos humanos...
No debía existir el día del libro, sino la exigencia de buenas bibliotecas a disposición de todas las personas, las estructuras necesarias para asegurar la educación y la motivación que permiten disfrutar de la lectura, y ...

Entonces desperté, y vi mi cuarto lleno de libros que lloraban, unos por el abandono, otros porque eran vendidos a precios de artículos exclusivos, otros porque eran prohibidos, perseguidos... otros, aún con las esquinas tostadas, porque apenas se habían salvado de la quema en la que habían perecido ya muchos de sus congéneres.

Volví a dormirme. Soñé con el paraíso de los libros: la biblioteca de Alejandría. Entre los estantes había sombras y el polvo se depositaba sobre los libros. Nada se movía. Grité. No sonó ni el eco.

Me desperté angustiado... miré a las paredes de mi cuarto: la de la puerta, la de la ventana y la mesa de trabajo, la del armario, la de los libros... estaban allí durmiendo tranquilos... me acerqué y pedí permiso, se despertó uno pequeño y travieso, lleno de poemas burlescos del siglo de oro... Me sonrió y se abrió por una página, leí:

No he de callar, por más que con el dedo,
Ya tocando la boca o ya la frente,
Silencio avises o amenaces miedo...

No sabía ya si dormía o despertaba. Decidí leer para coger sueño, o para llenarlo de palabras.

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