domingo, 11 de junio de 2006

épiméleia heautoi (6) estulticia y cuidado de sí

Foucault nos hace, al respecto de la estulticia, de ese estado del que hace falta librarse, la siguiente aclaración:

"querer libremente es, en efecto, querer sin ninguna determinación provocada por cualquier representación, por cualquier hecho o inclinación; querer de forma absoluta significa no querer poseer diferentes cosas al mismo tiempo, por ejemplo una vida tranquila y al mismo tiempo marcada por la celebridad; querer significa siempre no querer con inercia o pereza, querer siempre del mismo modo y sin cambio de objetivo. Todo esto constituye el estado opuesto a la stultitia que es una voluntad limitada, relativa, fragmentaria y cambiante." (M. Foucault, Hermenéutica del sujeto, la Piqueta, 1994, p.59-60)

En este punto, la argumentación de Foucault da un giro propio y reúne la voluntad justa, el querer adecuado, el que se produce al librarse de la estulticia, con la idea del amor propio y del cuidado de sí. Porque, dice, ¿qué es lo que ha de querer, cuál es el objetivo propio de la voluntad justa? "Sin duda alguna, uno mismo. Uno mismo es aquello que uno quiere siempre de forma absoluta y libremente, y esto es algo que no se puede cambiar". (op.cit. p.60)

Una vez establecido esto, las bases para la oposición entre la estulticia y el cuidado y el amor de sí mismo están claras: "Pero el stultus no se quiere a sí mismo" (op.cit. p.60), hay una desconexión en la estulticia entre la voluntad y uno mismo que es constitutiva de este estado, hasta tal punto que para salir de la estulticia es preciso comenzar a "actuar de tal forma que pueda quererse a sí mismo, que uno pueda tender hacia uno mismo como si fuese el único objeto que se puede querer de forma libre y absoluta" (op.cit. p.60). Pero la stultitia hace incapaz al individuo para este querer, para el amor propio bien entendido. Esto implica que la salida de la estultitia no puede producirse sin la intervención del otro, de algo o alguien distinto de uno mismo.

La mediación del otro es necesaria, pues, para salir del estado de estulticia que tiene preso al individuo en una maraña de quereres dirigidos externamente por el vaivén de las representaciones que le llegan, de las inclinaciones y caprichos que le surgen. "Entre el individuo stultus y el individuo sapiens es necesario el otro" (op.cit. p.60). El cuidado de uno mismo necesita, por tanto, la intervención del otro.

La cuestión aquí es la identidad del otro al que se necesita para salir de la estulticia y llegar al querer justo, al amor propio.

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