lunes, 18 de diciembre de 2006

Sueño con ******

Este texto es el relato de un sueño de finales de los ochenta del que ahora recuerdo nada más que la escena final, más que visual, ambiental, táctil, térmica. No suelo recordar los sueños cada mañana, y en aquél año, este fue una excepción inapropiada, chocante, que guardé en el secreto de un escrito no enseñado (si no fuera porque en los sueños nada está equivocado, diría que soñé con la persona equivocada).

He tenido un sueño en el que me tocaban y yo tocaba. Cada contacto, cada escalofrío, era real. Las imágenes se difuminaban y, sin embargo,era increiblemente real. Al principio, la película, la presentación de los personajes, un aeropuerto, preocupaciones de la vida real entremezcladas con imaginaciones y deseos, imágenes propias y prestadas.... Luego, la envidia de cualquier montador de cine. El paso radical de una sala vacía de un aeropuerto en una lejana isla a una penumbra sin nombre donde los cuerpos crecían bajo las manos y se estremecían bajo los labios. Del metal frío y las losas frías a una calidez especial que irradia del abrazo, que diluye o hace desaparecer las ropas, las cosas, y que sólo deja una penumbra y el tacto de la piel y la suavidad de unas sábanas que se difumina en una luz extraña y refleja, quizá de un fuego sin calor, de una vela, porque el calor, el único calor salía de los cuerpos.

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