Mostrando entradas con la etiqueta tecnologías del yo. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta tecnologías del yo. Mostrar todas las entradas

sábado, 26 de agosto de 2006

No te olvides de nada

Cuando salgas de viaje, no te olvides de nada. Lleva dinero, las maletas, la ropa. Lleva lo necesario para comer, alojarte, moverte de un lado a otro... Pero sobre todo no te olvides de llevarte a ti, de llevar tu mundo, de llevar tu vida, bien abierta para que el viaje la reconstruya, la impregne, la modifique...

martes, 15 de agosto de 2006

Poemas de la biblioteca de mi padre (3)

"CHE FECE... IL GRAN RIFIUTO"

A cada uno le llega el día
de pronunciar el gran Sí o el gran
No. Quien dispuesto lo lleva
Sí manifiesta, y diciéndolo

progresa en el camino de la estima y la seguridad.
El que rehúsa no se arrepiente. Si de nuevo lo interrogasen
diría no de nuevo. Pero ese
no -legítimo- lo arruina para siempre.

Konstantinos Kavafis, 56 poemas,
Madrid, Grijalbo-Mondadori, 1998, pág. 11

domingo, 13 de agosto de 2006

Caminantes (3)

Una ducha, un afeitado -tengo tiempo-. Vestiré ropa cómoda y calzaré sandalias. Luego un paseo, demasiado breve, pero alegre. Iré a encontrarme con el futuro atravesando el presente a pie, de lado a lado.

martes, 8 de agosto de 2006

Sonrisas y miedo...

Las personas que sonríen siempre levantan sospechas. Esa mueca entre relajada y explosiva que irradia energía da miedo a un mundo apagado y recluido. ¡Si aún fueran las estridencias habituales! ¿Es que no se preocupan por nada? Si aún fuera un gesto de violencia, de decisión, de determinación, un aviso a los posibles rivales, un “¡conmigo no te atrevas!”... ¡pero este gesto suave y placentero que parece indicar que el mundo ya no les alcanza! ¿Habrán tomado una extraña pócima? ¿Se creerán especiales? ¿Por qué no comparten su secreto? ¿Por qué no están interesados en venderlo? Todo el mundo sonríe alguna vez, pero un momento, ¿a quién no le hace gracia una caída, un chasco, un buen chiste obsceno? Pero esta sonrisa permanente e invulnerable...

Así que tendremos que tener cuidado con nuestras sonrisas... para no ofender el miedo a la felicidad.

Je, je.

viernes, 21 de julio de 2006

Desde pequeños se aprende...


Se aprende a vivir la noche debajo o alrededor de un paso, se aprende a trabajar en equipo montándolo, llevándolo... pero también se aprende que la calle es del paso antes que del resto de los vecinos, se aprende a tocar tambores por la noche, a pedir para financiar las fiestas de las creencias propias... todo va en el lote.

lunes, 3 de julio de 2006

Escena romana


Parto ahora hacia el destino, la suerte está echada, los augures aún no han hablado, pero las vísceras están ya palpitantes sobre las manos de los arúspices. Por el camino, sacerdotes extranjeros de extrañas sectas agitan sus piedras mágicas ofreciéndome premoniciones, adivinos y quiromantes me acosan como fantasmas con sus visiones y sus designios. Aprieto los dientes y afirmo el paso hacia el templo donde el arúspice con más experiencia me espera para leer en lo vivo lo que va a suceder. No hago cábalas ni dejo que los miedos se vistan con imágenes. Estoy nervioso, pero de un miedo desnudo que sólo tiene a la incertidumbre como argumento. Subo ahora las escaleras...

sábado, 1 de julio de 2006

Marginalia (3)

Puedes llegar al otro extremo del mapa, conocer lugares increibles, reír en ciudades mágicas respirando el aire enrarecido y feliz de las alturas. Puedes creer que todo va bien y que estás haciendo algo. La borrachera del momento te ayuda a mantener la excitación del descubrimiento, de la inmersión, la increible sensación que se produce cuando las paredes de tu mundo se ensanchan y se amplían. Cuando de golpe lo que en tu mundo era una línea en un libro, tal vez una foto, pasa a tener imagen en movimiento, olor, sonido... Los colores son nuevos y también viejos conocidos, los olores mezclan lo básico que descubriste hace ya mucho con miles de matices inexplicables que nunca habías sentido. Los sabores son nuevos, incluso, a veces, el tacto. Los sonidos adquieren nuevas cadencias que se mezclan con las ya conocidas en un delicioso guirigay... Puede haber pasado ya todo eso y no haberse alterado ni un ápice los cimientos de tu mundo, el sentido de las cosas, tu misma percepción.

Pero también puede ocurrir que, de golpe, algo que ves, que oyes, que hueles, que tocas, que saboreas... algo que te impregna, te cambia. Se rompe el mundo, se agrieta el sentido. Ya no sirve lo que habías pensado, o sí, pero no tal como lo habías pensado. Tu mundo se amplía, sí, pero no estirándose, pero no tirando de sus límites como si fueran bandas elásticas que permiten abarcar cada vez más y más dentro del mismo paquete. Tu mundo se amplía, pero rompiéndose. Porque lo que estás viviendo no cabe en él. Entonces se rompe, se reorganiza, se recoloca. Las cosas cambian de sitio y de importancia. Algunas parecen diluirse, otras fortalecerse... lo que no existía comienza a existir... saltan chispas y chocan los continentes buscándose y huyéndose...


Tu mundo cambia, tu mundo ya no existe, es otro... No te engañes. ¿Qué pasó contigo mientras? No te rías, es importante. Si no pasó nada, puede que te sientas perdido en ese nuevo mundo que ya no es el tuyo, que tiene las cosas en otro sitio y que no entiendes de golpe... Si algo pasó, puede que te orientes, bien o mal, tardarás en saberlo, que tus fines sean otros, otras tus preferencias... No ha quedado todo arrasado, ¿o sí? Tal vez reconozcas algo de lo que veías antes, tal vez todo esté en su sitio de siempre, pero con intensidades diferentes... El mundo y tú, tú y el mundo... Abres un nuevo horizonte en el que te recortas o te fundes de una nueva manera, porque ya eres otro... ¿o es que te creías que estabas a salvo de todo cambio? ¿O es que te creías que no podías ser tocado por lo que te circunda y te constituye?

Te levantas una mañana, nuevo tú en tu nuevo mundo. Miras alrededor, mírate también a tí mismo. Averigua en qué se ha convertido tu mundo y en qué te has convertido tú. ¿En qué estás? Ya sabes, puedes llegar al otro extremo del mapa y volver con un bonito album de vacaciones, siendo el mismo y con más fotos en el album de lo que sigue siendo tu mundo de siempre, ahora un poco más grande y detallado... pero puede ocurrir que algo te invada el sentido, cambie, rompa, rehaga... y entonces el album ya no será el album del mismo mundo, ni tú serás tú, sino otro, tal vez casi igual, pero nuevo... y nada de esto es magia, sino sólo y únicamente realidad que cambia.

Tal vez fuera...

La risa no le permitió saber qué pasó cada día de ese tiempo. Primera mentira. No pudo ser la risa. La risa divierte, no ciega. La risa alimenta, no oculta. La risa consigue que se muevan mundos y encajen, aunque sea a su propia costa. La risa muere a veces trayendo el conocimiento por medio del humor y la ironía... queda entonces como un pobre gesto sin fuerza ya, que aún se resiste a abandonar la cara, la postura de los labios y las mejillas, que casi duelen de ridículo y sin sentido.

Si no fue la risa, qué fue. Tal vez fuera la idea. Segunda mentira. No pudo ser la idea. La idea no retrata un mundo ni una persona. La idea es amplia y vacía, debe llenarse, combinarse, interpretarse y utilizarse... debe lanzarse al mundo para poder hacer algo. Sólo, en sí misma, no es nada más que un sentido que no tiene objeto...

Si no fue la idea, qué fue. Tal vez fuera la conspiración. Atractiva opción en la que el mundo convierte al sujeto en víctima, los otros se imponen y no se puede hacer nada, por lo tanto no hay nada que hacer, no hay necesidad de hacer nada ni se puede reclamar no haber hecho nada... Pero la conspiración tampoco pudo ser. La conspiración es, en general, ruidosa. Sea de una persona o del mundo entero, la conspiración se muestra diariamente llenado de muros, cortes de luz, caídas de servidor y terribles troyanos la vida del sujeto... ¿cómo no darse cuenta entonces de lo que está pasando? ¿Es que es posible darse cuenta de cada cosa que pasa pero no de lo que está pasando?

Si no fue la conspiración, qué fue. Tal vez fuera...

jueves, 29 de junio de 2006

Rabieta literaria...

Llamé al cielo, y no me oyó,
y pues sus puertas me cierra,
de mis pasos en la tierra
responda el cielo, no yo.
José Zorrilla, Don Juan Tenorio,
Acto I, Escena X
Como no me escuchan, no tengo la culpa, como papá no me hace caso, que papá cargue con las consecuencias... no está mal como descarga y como rabieta de niño malcriado... Aunque también puede entenderse como la rebeldía contra la desatención de la autoridad y el poder a nuestras necesidades... ¿qué escogemos?

sábado, 24 de junio de 2006

La bitácora como historia (4)

Escribes del mundo, de la filosofía y la Filosofía, del tiempo, las noticias, de aquello tan indignante, de aquello curioso... Ocasionalmente incluyes dibujos, fotos... Un día incluyes haikus, esos pequeños poemas orientales, se convierte en una manía, en un acompañamiento casi cotidiano. Alguna vez, algún post, escribes sobre tí mismo, tu vida... otras veces, otros posts, haces literatura... Citas también autores que te han llamado la atención, copias poemas y canciones. Vuelves a las fotos, verdaderas series... Hablas de nuevo sobre lo más importante, pero se desdibuja entre tanto post, tan diverso, tan personal a veces... Tu bitácora cambia, a veces gusta a uno, a veces a otros, a veces ni siquiera a tí mismo... como la misma vida, pero de igual manera se pasa pronto. Escribes para tí, lo que te sale de las tripas, y a veces las tripas andan llenas de experiencias que no dan más de sí para el escaparate. Entonces te conviertes en un escaparate de tiendecilla de desechos y segundas manos olvidadas. Aún así escribes y escribes, publicas y publicas... surge la sombra de la duda, calidad, cantidad, públicos... lo mejor que haces es sonreírte de tu misma vanidad y aceptar que escribes porque se te sale, porque no puedes aguantar las ganas, y que los presuntos públicos no pueden ser tu guía, tan distintos, tan diversos, tan incompatibles a veces. Aún así sigues mirando los contadores, pero sin ansiedad, sólo por curiosidad. Vuelves a decidir una vez más que no eres un especialista, que escribes tu bitácora. Entonces haces otro post, o veinte, y te quedas tan a gusto, como después de hacer la mayoría de las cosas que tienen algún interés en la vida.

lunes, 12 de junio de 2006

épiméleia heautou (8) del otro a uno mismo

En la antigüedad, el cuidado de uno mismo estaba asociado al cuidado del otro, al ejercicio como sujeto político, como gobernante (cf. Alcibíades de Platón). El tratamiento y la cura sui se relacionan con el otro como finalidad. Poco a poco se va destacando más el carácter de reciprocidad de esta relación: al ocuparme de mí mismo consigo el bien para la ciudad, bien que revierte sobre mí, que habito en ella (cf. La República de Platón). Pero también se destaca la implicación esencial de la psique consigo misma en este cuidado de sí y subsiguiente preocupación por el otro (cf. Fedón de Platón, la anámnesis y la recuperación del conocimiento de sí misma y del saber de la justicia necesario para el cuidado).

Pero esta triple y potente implicación entre el sí mismo y el otro se va diluyendo y en la época helenística, ya en los siglos I y II de nuestra era, se disocia claramente el cuidado de sí mismo y el cuidado de los otros.

Nos recuerda Foucault: "El sí mismo por el que uno se preocupa ha dejado de ser un elemento entre otros, ha dejado de ser un enlace, una bisagra, un elemento de transición tendente a otra cosa que sería la Ciudad o los otros. El sí mismo se convierte en el objeto definitivo y único de la preocupación por uno mismo", y después añade, "uno se preocupa de sí y para sí mismo, y es en esta preocupación por uno mismo donde este cuidado encuentra su propia recompensa" (M. Foucault, Hermenéutica del sujeto, la Piqueta, 1994, pp.67-68).

De aquí se pasa a la idea del cuidado de sí encerrado en sí mismo y de la espiritualidad absorbiendo a la filosofía. los términos centrales son ya salvación, conversión, cultura (cultivo) de sí mismo. El nuevo marco comienza a definirse así: "existe un conjunto de valores determinados siguiendo un orden y una jerarquizada coordinación; esos valores son universales y al mismo tiempo accesibles únicamente a algunos; esos valores no pueden ser alcanzados más que al precio de sacrificar la propia vida y de comportarse siguiendo determinadas reglas. El proceso y las técnicas para acceder a estos valores también están jerarquizados y ordenados respecto a un ámbito del saber que regula y transforma los comportamientos. Es en esta cultura del yo en la que hay que inscribir la historia de la subjetividad, la historia de la relación entre sujeto y verdad" (M. Foucault, Hermenéutica del sujeto, la Piqueta, 1994, p.69).

Hablamos ya aquí de la filosofía helenística, de las reinterpretaciones neoplatónicas, del epicureísmo y el estoicismo, de los cínicos... pero también de la entrada en el juego del sujeto del cristianismo...

domingo, 11 de junio de 2006

épiméleia heautou (7) la filosofía

Acabábamos el post anterior de esta serie diciendo que la cuestión aquí es la identidad del otro al que se necesita para salir de la estulticia y llegar al querer justo, al amor propio.

Para Foucault el otro no es el maestro de la memoria, no es un educador... No se trata de educar, sino de conducir a un nuevo estado, a una nueva situación, un nuevo lugar. "Este otro que está entre el sujeto y uno mismo es la filosofía, la filosofía en tanto que guía de todos los hombres en lo que se refiere a las cosas que convienen a su naturaleza" -dice, y añade- "la filosofía es el conjunto de los principios y de las prácticas con los que uno cuenta y que se pueden poner a disposición de los demás para ocuparse adecuadamente del cuidado de uno mismo o del cuidado de los otros". (M. Foucault, Hermenéutica del sujeto, la Piqueta, 1994, p.61)

épiméleia heautoi (6) estulticia y cuidado de sí

Foucault nos hace, al respecto de la estulticia, de ese estado del que hace falta librarse, la siguiente aclaración:

"querer libremente es, en efecto, querer sin ninguna determinación provocada por cualquier representación, por cualquier hecho o inclinación; querer de forma absoluta significa no querer poseer diferentes cosas al mismo tiempo, por ejemplo una vida tranquila y al mismo tiempo marcada por la celebridad; querer significa siempre no querer con inercia o pereza, querer siempre del mismo modo y sin cambio de objetivo. Todo esto constituye el estado opuesto a la stultitia que es una voluntad limitada, relativa, fragmentaria y cambiante." (M. Foucault, Hermenéutica del sujeto, la Piqueta, 1994, p.59-60)

En este punto, la argumentación de Foucault da un giro propio y reúne la voluntad justa, el querer adecuado, el que se produce al librarse de la estulticia, con la idea del amor propio y del cuidado de sí. Porque, dice, ¿qué es lo que ha de querer, cuál es el objetivo propio de la voluntad justa? "Sin duda alguna, uno mismo. Uno mismo es aquello que uno quiere siempre de forma absoluta y libremente, y esto es algo que no se puede cambiar". (op.cit. p.60)

Una vez establecido esto, las bases para la oposición entre la estulticia y el cuidado y el amor de sí mismo están claras: "Pero el stultus no se quiere a sí mismo" (op.cit. p.60), hay una desconexión en la estulticia entre la voluntad y uno mismo que es constitutiva de este estado, hasta tal punto que para salir de la estulticia es preciso comenzar a "actuar de tal forma que pueda quererse a sí mismo, que uno pueda tender hacia uno mismo como si fuese el único objeto que se puede querer de forma libre y absoluta" (op.cit. p.60). Pero la stultitia hace incapaz al individuo para este querer, para el amor propio bien entendido. Esto implica que la salida de la estultitia no puede producirse sin la intervención del otro, de algo o alguien distinto de uno mismo.

La mediación del otro es necesaria, pues, para salir del estado de estulticia que tiene preso al individuo en una maraña de quereres dirigidos externamente por el vaivén de las representaciones que le llegan, de las inclinaciones y caprichos que le surgen. "Entre el individuo stultus y el individuo sapiens es necesario el otro" (op.cit. p.60). El cuidado de uno mismo necesita, por tanto, la intervención del otro.

La cuestión aquí es la identidad del otro al que se necesita para salir de la estulticia y llegar al querer justo, al amor propio.

épiméleia heautou (5) sobre la estulticia

Estábamos con la descripción de ese estado que el cuidado de sí mismo debe llevar a abandonar, a superar: la ESTULTICIA. Vimos en el post anterior que el estulto:
- está confuso, mezcla las representaciones objetivas con sensaciones y elementos subjetivos,
- está disperso, se deja llevar, deja que la vida discurra sin fin ni voluntad, cambia constantemente según se le marque.
A esto hay que añadir que el estulto no es capaz de querer de un modo adecuado: "su voluntad es una voluntad que no es libre, una voluntad que no siempre quiere, una voluntad que no es absoluta" (M. Foucault, Hermenéutica del sujeto, la Piqueta, 1994, p.59). El análisis de este último punto, esclarece los anteriores y también por qué, para salir de la estulticia, necesitamos siempre al otro como mediador, y cómo ese otro, el maestro, el mediador, es, en realidad, la filosofía.

Los dos primeros puntos, aún viniendo, a través de Foucault, de la antigüedad grecorromana, me recordaban mucho a algunos elementos de la analítica existencial heideggeriana y del análisis de los existencialistas. El estulto sería así el ser humano con mala conciencia o con una existencia inauténtica. Pero el análisis del querer inadecuado y sus consecuencias conduce más allá del establecimiento de una situación y de su etiquetado, lleva a la necesidad de la práctica filosófica como cuidado de sí. Porque, ¿cómo querer siquiera curarse, cómo identificar el fin del esfuerzo curativo, si lo que está enfermo es el mismo querer, si la voluntad está sometida a los vientos racheados de la existencia?

épiméleia heautou (4) sobre la estulticia

El cuidado de sí debe producir, dice Foucault en el libro que venimos citando, la salida de un estado de partida en el que se tiene constitutivamente perdida la relación consigo mismo. "Aquello hacia lo que el individuo debe de tender no es un saber convertido en el sustituto de su ignorancia, sino un estatuto del sujeto que en ningún momento de su existencia ha llegado a conocer. Tiene que sustituir el no-sujeto por el estatuto de sujeto definido por la plenitud de la relación de uno mismo para con uno mismo" ... "tiene que constituirse como sujeto, y es aquí donde el otro tiene que intervenir". (M. Foucault, Hermenéutica del sujeto, la Piqueta, 1994, p.58)

El punto de partida, el estado terrible de mala salud en el que se encuentra el individuo el la ESTULTICIA. Foucault describe esta como la apertura a las influencias del mundo exterior, la recepción acrítica de las representaciones que de allí nos vienen. Esto lleva, dice, a "mezclar el contenido objetivo de las representaciones con las sensaciones y elementos subjetivos de todo tipo". A este estado de confusión se suma el de dispersión en el tiempo. El estulto se deja llevar, no se ocupa de nada, deja discurrir la vida sin dirigir la voluntad a fin alguno. "Su existencia transcurre sin memoria ni voluntad. Es aquel que cambia sin cesar su vida". (op.cit., p.59)

Pasado y futuro...

TORSO. Únicamente quien supiera contemplar su propio pasado como un producto de la coacción y la necesidad, sería capaz de sacarle para sí el mayor provecho en cualquier situación presente. Pues lo que uno ha vivido es, en el mejor de los casos, comparable a una bella estatua que hubiera perdido todos sus miembros al ser transportada y ya sólo ofreciera ahora el valioso bloque en el que uno mismo habrá de cincelar la historia de su propio futuro.

Walter Benjamin, Dirección Única,
Madrid, Alfaguara, 2002, pág. 58

viernes, 9 de junio de 2006

Actitud filosófica... sin final

Las últimas preguntas puede que queden sin respuesta. Mucho mejor. No es indispensable que sean respondidas. Una pregunta puede ser apreciada por ella misma, simplemente porque es una hermosa pregunta, o porque plantea un buen problema, lleno de sentido y de valor. [...] Porque el pensamiento es un camino que no tiene fin.

Óscar Brenifier



jueves, 8 de junio de 2006

Una anotación antigua


Veo que no ha cambiado,
prefiere sufrir a comprender.

Hans Magnus Enzensberger, Diálogos entre inmortales, muertos y vivos,
Barcelona, Círculo de L, 2002, pág. 103

miércoles, 7 de junio de 2006

épiméleia heautou (3)

Esta práctica del cuidado de uno mismo, este conocimiento de sí mismo, sin embargo, necesita del otro. El otro es el mediador que conduce a la práctica de uno mismo, al propio cuidado.

¿Cómo puede ser esto así? ¿quién o qué es el otro?

Foucault (cf. M. Foucault, Hermenéutica del sujeto, la Piqueta, 1994) parte de la consideración de las prácticas habituales en las que el otro incide sobre el cuidado de uno mismo en la visión helénica, y señala tres ejercicios básicos: el ejemplo que dan los grandes hombres y la tradición, actuando como modelo, la capacitación (entendida como transmisión de saberes, comportamientos y principios) y el desasosiego, la estrategia socrática por excelencia, consistente en poner al descubierto al sujeto. Los tres ejercicios, dice, descansan en el juego entre la ignorancia y la memoria, y exigen la mediación del otro, su intervención, para la transformación del individuo en sujeto consciente de sí...

Aquello hacia lo que el individuo debe de tender no es un saber convertido en el sustituto de su ignorancia, sino un estatuto de sujeto que en ningún momento de su existencia ha llegado a conocer. Tiene que sustituir el no-sujeto por el estatuto de sujeto definido por la plenitud de la relación de uno para con uno mismo. (p.58) Aquí, dice, es donde el otro tiene que intervenir. El maestro es así el operador y mediador en la reforma del individuo como sujeto. Para entender esto, el paso del individuo ignorante al sujeto que se cuida de sí, Foucault recurre al análisis de la estulticia y a la idea de la filosofía como otro, como mediadora de esta transformación.

lunes, 5 de junio de 2006

Del gobierno y la virtud. Alcibíades.

Sócrates.- Si, por tanto, tú has de conducir recta y convenientemente los asuntos de la ciudad, tendrás que conseguir que los ciudadanos participen de la virtud.
Alcibíades.- Sin duda alguna.
Sócrates.- Pero ¿sería posible dar lo que no se tiene?
Alcibíades.- De ningún modo.
Sócrates.- Entonces, tú mismo, en primer lugar, habrías de conseguir ser virtuoso, y así se le ocurriría a quienquiera que desease administrar y cuidar de su persona y de sus asuntos, como también de la ciudad y de las cosas de la ciudad.
Alcibíades.- Así es.
Sócrates.- Por tanto, has de prepararte no a ejercer el mando y el poder, a tu antojo, tanto en tu beneficio como en el de la ciudad, sino a procurar la justicia y la sabiduría.

Platón, "Alcibíades", 135c
en id. Obras completas,
Madrid, Aguilar, 1981, p.261