lunes, 12 de junio de 2006

épiméleia heautou (8) del otro a uno mismo

En la antigüedad, el cuidado de uno mismo estaba asociado al cuidado del otro, al ejercicio como sujeto político, como gobernante (cf. Alcibíades de Platón). El tratamiento y la cura sui se relacionan con el otro como finalidad. Poco a poco se va destacando más el carácter de reciprocidad de esta relación: al ocuparme de mí mismo consigo el bien para la ciudad, bien que revierte sobre mí, que habito en ella (cf. La República de Platón). Pero también se destaca la implicación esencial de la psique consigo misma en este cuidado de sí y subsiguiente preocupación por el otro (cf. Fedón de Platón, la anámnesis y la recuperación del conocimiento de sí misma y del saber de la justicia necesario para el cuidado).

Pero esta triple y potente implicación entre el sí mismo y el otro se va diluyendo y en la época helenística, ya en los siglos I y II de nuestra era, se disocia claramente el cuidado de sí mismo y el cuidado de los otros.

Nos recuerda Foucault: "El sí mismo por el que uno se preocupa ha dejado de ser un elemento entre otros, ha dejado de ser un enlace, una bisagra, un elemento de transición tendente a otra cosa que sería la Ciudad o los otros. El sí mismo se convierte en el objeto definitivo y único de la preocupación por uno mismo", y después añade, "uno se preocupa de sí y para sí mismo, y es en esta preocupación por uno mismo donde este cuidado encuentra su propia recompensa" (M. Foucault, Hermenéutica del sujeto, la Piqueta, 1994, pp.67-68).

De aquí se pasa a la idea del cuidado de sí encerrado en sí mismo y de la espiritualidad absorbiendo a la filosofía. los términos centrales son ya salvación, conversión, cultura (cultivo) de sí mismo. El nuevo marco comienza a definirse así: "existe un conjunto de valores determinados siguiendo un orden y una jerarquizada coordinación; esos valores son universales y al mismo tiempo accesibles únicamente a algunos; esos valores no pueden ser alcanzados más que al precio de sacrificar la propia vida y de comportarse siguiendo determinadas reglas. El proceso y las técnicas para acceder a estos valores también están jerarquizados y ordenados respecto a un ámbito del saber que regula y transforma los comportamientos. Es en esta cultura del yo en la que hay que inscribir la historia de la subjetividad, la historia de la relación entre sujeto y verdad" (M. Foucault, Hermenéutica del sujeto, la Piqueta, 1994, p.69).

Hablamos ya aquí de la filosofía helenística, de las reinterpretaciones neoplatónicas, del epicureísmo y el estoicismo, de los cínicos... pero también de la entrada en el juego del sujeto del cristianismo...

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