La bitácora como historia (4)
Escribes del mundo, de la filosofía y la Filosofía, del tiempo, las noticias, de aquello tan indignante, de aquello curioso... Ocasionalmente incluyes dibujos, fotos... Un día incluyes haikus, esos pequeños poemas orientales, se convierte en una manía, en un acompañamiento casi cotidiano. Alguna vez, algún post, escribes sobre tí mismo, tu vida... otras veces, otros posts, haces literatura... Citas también autores que te han llamado la atención, copias poemas y canciones. Vuelves a las fotos, verdaderas series... Hablas de nuevo sobre lo más importante, pero se desdibuja entre tanto post, tan diverso, tan personal a veces... Tu bitácora cambia, a veces gusta a uno, a veces a otros, a veces ni siquiera a tí mismo... como la misma vida, pero de igual manera se pasa pronto. Escribes para tí, lo que te sale de las tripas, y a veces las tripas andan llenas de experiencias que no dan más de sí para el escaparate. Entonces te conviertes en un escaparate de tiendecilla de desechos y segundas manos olvidadas. Aún así escribes y escribes, publicas y publicas... surge la sombra de la duda, calidad, cantidad, públicos... lo mejor que haces es sonreírte de tu misma vanidad y aceptar que escribes porque se te sale, porque no puedes aguantar las ganas, y que los presuntos públicos no pueden ser tu guía, tan distintos, tan diversos, tan incompatibles a veces. Aún así sigues mirando los contadores, pero sin ansiedad, sólo por curiosidad. Vuelves a decidir una vez más que no eres un especialista, que escribes tu bitácora. Entonces haces otro post, o veinte, y te quedas tan a gusto, como después de hacer la mayoría de las cosas que tienen algún interés en la vida.
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