Llevo siete años en este trabajo... todo ha sido como este rincón, lleno y diverso. Si uno se fija bien está lleno de detalles y de cosas interesantes, vitales, necesarias... Ha sido toda una experiencia. Pero esta foto no le hace justicia. Este rincón ha sido sólo una mesa desde la que lanzaba tentáculos al mundo en busca de ideas, necesidades que atender, recursos para atenderlas y llevar a cabo las ideas... Pero este trabajo es mucho, mucho más.
Este trabajo es un equipo de treinta personas que trabajamos juntos haciendo distintas cosas, desde limpiar las aulas, conseguir que funcionen los cacharros, copiar los materiales, manejar los papeles... hasta diseñar, imaginar, coordinar o dirigir todo este cotarro. Hacemos formación. Creamos formación y a veces incluso vivimos formación.
Este trabajo, sin embargo, tampoco es sólo eso. Este trabajo son cientos de centros educativos y miles de profesores y profesoras que está ahí detrás, mejor ahí delante, para los que se hace todo esto... Y miles de alumnos y alumnas que son, en realidad, la última finalidad de todo esto. Este trabajo son las visitas a los centros, las acciones formativas llenas de profesores y profesoras, las cábalas para hacer coincidir lo que la Administración dispone y lo que el profesorado propone, los encuentros y desencuentros con tantas personas...
Este trabajo es tantas cosas... horas interminables de reuniones de coordinación y planificación, formación para poder formar, convivencia con el propio equipo de trabajo, relaciones públicas con el profesorado, los equipos directivos, comisiones de baremación, jurado en concursos de materiales educativos, realización de informes... y las acciones formativas: los grupos de trabajo, las visitas, las llamadas, los cursos, la recepción a los compañeros y compañeras, la presentación de las personas que realizan las ponencias, el seguimiento de las horas no presenciales, las puestas en común... También los encuentros con asesores y asesoras de toda la Comunidad Autónoma, los intercambios en el bar o los pasillos después de las conferencias oficiales, las ideas, las soluciones prestadas a los problemas comunes...
Lo que no tiene precio: cuando logras organizar una acción formativa que cuaja, que gusta, en la que el profesorado se vuelca, se implica, sufre y disfruta... cuando ves que lo que ocurre está teniendo efecto... cuando las personas que asisten piden más, quieren que esto siga adelante, proponen más caminos que seguir...
Lo terrible: cómo no, la burocracia, el papeleo y los terribles vicios de la Administración de pedir la misma información de distintos modos en distintos momentos...
No voy a alargar más este post. Son siete años trabajando en el Centro de Profesorado. Me voy el curso que viene a mi IES. Me voy porque yo lo he decidido, tengo ganas de ver el aula de nuevo desde dentro y ver como funcionan unas cuantas cosas que he visto pasar aquí, de mis ponentes a mis asistentes a las acciones formativas, me viene bien ahora volver...
Pero voy a echar de menos, lo sé, a mi equipo, a toda la gente que me ha rodeado, acunado, vapuleado, aburrido, hecho reir, dado, en fin, un montón de cariño y de cuidado. No voy a nombrar una por una a todas las personas. Han cambiado a lo largo de los años y son muchas. Y creo que todas merecen un recuerdo con cariño. Pero si voy a nombrar sus trabajos, desde los que han ejercido de profesionales y de personas amigas y preocupadas. Primero, los trabajos que a veces se hacen invisibles, sin los cuales no funcionaría nada: la limpieza, el mantenimiento, la conserjería, la secretaría... Después, los trabajos más reconocidos, los de la dirección y subdirección, los de los compañeros y compañeras asesores y asesoras de formación. Todas las personas que han ocupado esos lugares, esos trabajos, han ocupado también espacios de mis siete años aquí y me han acompañado en tantas cosas, me han enseñado, me han apoyado, a veces me han puesto en cuestión... a todas ellas mi reconocimiento y mi gratitud.