domingo, 28 de mayo de 2006

Persona y democracia

Si se hubiera de definir la democracia podría hacerse diciendo que es la sociedad en la cual no sólo es permitido, sino exigido, el ser persona.

En la expresión "individuo" se insinúa siempre una oposición a la sociedad, un antagonismo. La palabra individuo sugiere lo que hay de irreductible en el hombre concreto individual, mas en sentido un tanto negativo. En cambio, persona incluye al individuo y además insinúa en la mente algo de positivo, algo irreductible por positivo, por ser un "más"; no una diferencia, simplemente.

[...]

Ha sucedido con la palabra pueblo algo análogo que con la de individuo. Pues las palabras, sobre todo ciertas palabras vigentes, no dicen en realidad lo que está contenido en su significación, sino mucho más. Están cargadas de sentidos diversos, cuya explicitación depende del momento en el que han sido usadas, de cómo y hasta de por quién. De ahí, ciertas palabras quedan inservibles después del uso inmoderado que de ellas se ha hecho, o desacreditadas cuando se las emplea para enmascarar fines inconfesables, o vacías, huecas o gastadas y sin valor como moneda de curso y sin belleza.

Y se ha de reconocer que la palabra pueblo, como la de individuo, como la de democracia, y aun la de libertad -sin contar otras-, están amenazadas de que les suceda algo de eso [...]

María Zambrano, Persona y democracia, cap IV, "La democracia"
Barcelona, Anthropos, 1988, págs.133-135

Después de leer esto, ¿quién no quiere completar el capítulo, leer el libro, comentarlo? Algo más adelante, por ejemplo, dice:

En todo absolutismo de pensamiento y en todo despotismo yace el miedo a la realidad humana y aun a la realidad previa a la humana. Se teme a la riqueza, a la multiplicidad, al cambio. Se intuye o se presiente la disciplina que es necesaria para vivir frente a una realidad que se reconoce como movimiento. Pues si se cree que lo real es inmóvil, se tiende a quedarse inmóvil, o bien, el que esto crea se mueve con la ingenua seguridad de los niños que creen que la luna y las estrellas están fijas. Y aun el afán de dominación: si todo esta quieto y yo solo me muevo quiero decir que lo puedo dominar. (pág. 163)

El orden de una sociedad democrática está más cerca del orden musical que del orden arquitectónico. (pág. 163)

Y no es posible elegirse a sí mismo como persona sin elegir, al mismo tiempo, a los demás. Y los demás son todos los hombres.

Con ello no se acaba el camino; más bien empieza. (pág. 165)

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