domingo, 7 de mayo de 2006

Manifiesto

Lo siento, señores,
lo siento, señora,
vuelvo a la poesía.

De nuevo me sonríen los árboles desnudos,
el agua canta desde las alturas,
el sol, ¡ay el sol!,
intenta calentarme en esta tarde fría.

Mientras paseo, río,
en casa, a solas, lloro,
escribo, siento, leo.

Los sabios me miran desconfiados:
"sabía que no era uno de los nuestros"
-mas alguno apunta lo que hago.

Desde el suelo, las hojas brillan, llamando:
"cógeme, soy bella en mi caída"*,
las señales de tráfico se desafían
obligando a tomar direcciones prohibidas.

Un neumático flota en una fuente
como un salvavidas camuflado,
una nube de agua, que se extiende,
moja el suelo y el árbol,
moja el viento y la tapia,
moja el libro que intentaba leer la caminante*.

Poco a poco el sol vence,
atraviesa el calor el viento frío
y se instala en la piel de mi cabeza.

Las sombras ya se alargan,
¿y qué?
para eso aprendieron a estirarse
persiguiendo al sol en su caída.

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