Parece que la Educación para la Ciudadanía se ha convertido en uno de los ejes de las nuevas cruzadas. Ya se han iniciado campañas de promoción de la objeción de conciencia a la misma y se han obtenido los primeros resultados, las primeras declaraciones de objeción de conciencia.
El hecho en sí de que se haga objeción de conciencia a una materia obligatoria en el periodo de educación obligatoria es llamativo, chocante. ¿Es que esas personas son tan diferentes a las demás que no precisan esta materia? La manera en que estas objeciones se presentan y se justifican es también llamativa y conduce a la confusión.
Aciprensa, que se identifica con el lema "lo que todo católico necesita saber", afirma que es una materia "que decenas de miles de españoles denuncian como un programa de "concientización" socialista" sin citar la fuente de tan arriesgada cuantificación. Plantea además, citando a una de las primeras objetoras, que esta materia "adoctrinará en función de los criterios morales e ideológicos del Gobierno de turno".
Pero la materia en cuestión no es un invento del gobierno socialista, sino que responde a las recomendaciones de la Comunidad Europea y de la UNESCO.
Los valores promovidos por la cuestionada materia son los valores comunes expresados en distintos documentos generales: Constitución española de 1978, Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 (y convenios que la desarrollan), etc. A pesar de esto, el Cardenal Antonio Cañizares plantea que la Educación para la Ciudadanía lleva al totalitarismo.
Me preocupa comprobar que desde la jerarquía de la iglesia católica española se defienda que la formación en valores internacionalmente aceptados como síntoma de humanidad lleva al totalitarismo. Me preocupa que se haga campaña en contra de este tipo de educación y se la identifique con disvalores.
Me preocupa también que el citado cardenal afirme que la enseñanza pública perdería su carácter de neutralidad ideológica si en ella se imparte Educación para la ciudadanía y que al mismo tiempo se defienda la permanencia en todos los niveles de la enseñanza no universitaria de una asignatura basada en creencias no compartidas por toda la población: la Religión Católica. Este doble rasero en la medición de lo que es o no neutral puede tener efectos nefastos sobre la formación de nuestro alumnado...
Éste cardenal, posiblemente para fortalecer su argumentación, hace también una comparación entre la Alianza de Civilizaciones, de carácter laico, y un posible entendimiento entre Cristianismo e Islam. Se queja de que en esta propuesta de alianza se postula a Dios como un factor de división y enfrentamiento... ¿Postular? No se postula nada, se afirma y de puede defender la afirmación con amplia documentación histórica y de actualidad. ¿Nos hemos olvidados ya de las guerras de religión, de las cruzadas, de la guerra santa? ¿Hemos decido, tal vez, hacer como si no nos hubiésemos enterado de la existencia de tribunales religiosos , condenas a muerte a científicos, intelectuales, filósofos? ¿Quién lleva a la intolerancia y al totalitarismo? ¿Tal vez la democracia, la división de poderes, el entendimiento de la humanidad de los demás, del doble juego de derechos y deberes en la convivencia mutua? ¿Tal vez la exclusión, la calificación de infiel, hereje..., la condena?
Seguro que esta nueva asignatura no es, ni mucho menos, perfecta. Pero deberían evitar usar este tipo de argumentos aquellos que, en nombre de la Verdad, de la que se consideran depositarios, excluyen y descalifican a los demás.