miércoles, 20 de junio de 2007

Profes

En el parque, en la ciudad, hay un monumento de homenaje al profesor y a la escuela. La pizarra, apenas un marco, deja ver el verde que hay tras de ella, convirtiendo esa clase de bronce en paisaje y diversidad. El maestro, junto a ella, mira cada día cómo niñas y niños de carne y hueso se sientan riendo en el pupitre vacío para acompañar al su discípulo... Niños y niñas de todas las edades, que quieren aprender y se acercan a él que, impertérrito, ni pestañea cuando otras personas, de un humor diferente, le rocían los ojos de pintura o le lanzan piedras y bayas silvestres.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Decir "humor diferente" me parece un eufemismo.

Anónimo dijo...

Un modo arcaico para referirse a la cuestión...

Anónimo dijo...

¿No querrás decirme, profe, que los de verdad sois tan tranquilos como ese de la foto? Yo recuerdo más de uno que no. ¿Y tú?

Anónimo dijo...

Bueno, alguno tuve que no aguantaba bien los pantalones vaqueros de los alumnos (cole sólo de chicos entonces) ni soportaba las mangas cortas o remangadas.
-"¿Va usted a fregar?"-nos decía si inadvertidamente entrábamos en el aula con los brazos al aire.
Era ya un anacronismo, hoy no se entendería siquiera que alguien intentara imponer esas restricciones a personas de 15 años.
También tuve algunas personas como profesores y profesoras que a la imperturbabilidad sabia del docente añadían la preocupación personal y profesional por su alumnado. Existen aún algunos y los que aprendimos de ellos nos esforzamos...