viernes, 22 de septiembre de 2006

Ratzinger en Ratisbona: religión y violencia... ¿hubo intención?

Bueno, vamos a ello. ¿Qué es lo que ha creado esta especie de conflicto mediático de sentimientos de ofensa y acusaciones? En su discurso sobre fe y razón, que comienza con amables recuerdos del ambiente de la universidad, hablando de la necesidad de interrogarse sobre Dios por medio de la razón y en el contexto de la tradición de la fe cristiana, Ratzinger comentó:

Me acordé de todo esto cuando recientemente leí la parte editada por el profesor Theodore Khoury (Münster) del diálogo que el docto emperador bizantino Manuel II Paleólogo, tal vez durante el invierno del 1391 en Ankara, mantuvo con un persa culto sobre el cristianismo y el islam, y la verdad de ambos [...] Quisiera tocar en esta conferencia un solo argumento --más que nada marginal en la estructura del diálogo-- que, en el contexto del tema «fe y razón» me ha fascinado y que servirá como punto de partida para mis reflexiones sobre este tema.

Y, rápidamente, centra la cuestión:

En el séptimo coloquio (controversia) editado por el profesor Khoury, el emperador toca el tema de la «yihad» (guerra santa). Seguramente el emperador sabía que en la sura 2, 256 está escrito: «Ninguna constricción en las cosas de la fe». Es una de las suras del periodo inicial en el que Mahoma mismo aún no tenía poder y estaba amenazado. Pero, naturalmente, el emperador conocía también las disposiciones, desarrolladas sucesivamente y fijadas en el Corán, acerca de la guerra santa. Sin detenerse en los particulares, como la diferencia de trato entre los que poseen el «Libro» y los «incrédulos», de manera sorprendentemente brusca se dirige a su interlocutor simplemente con la pregunta central sobre la relación entre religión y violencia, en general, diciendo: «Muéstrame también aquello que Mahoma ha traído de nuevo, y encontrarás solamente cosas malvadas e inhumanas, como su directiva de difundir por medio de la espada la fe que él predicaba». El emperador explica así minuciosamente las razones por las cuales la difusión de la fe mediante la violencia es algo irracional. La violencia está en contraste con la naturaleza de Dios y la naturaleza del alma. «Dios no goza con la sangre; no actuar según la razón es contrario a la naturaleza de Dios. La fe es fruto del alma, no del cuerpo. Por lo tanto, quien quiere llevar a otra persona a la fe necesita la capacidad de hablar bien y de razonar correctamente, y no recurrir a la violencia ni a las amenazas… Para convencer a un alma razonable no hay que recurrir a los músculos ni a instrumentos para golpear ni de ningún otro medio con el que se pueda amenazar a una persona de muerte…».

Es cierto que la atribución a Mahoma de traer cosas malas e inhumanas es de Manuel II, pero no debemos olvidar que esa cita ha sido escogida por Ratzinger y los comentarios que la acompañan han sido redactados por él (o por su equipo de asesores). Estos comentarios minimizan la importancia del versículo del Corán que prohibe la coacción en asuntos de fe, destacando que Mahoma lo escribió cuando no tenía poder y estaba amenazado, y nos sugieren la existencia de disposiciones en el Corán que corrigen ésta posteriormente... En este punto vuelve a hacer hablar a Manuel II sobre la violencia, la razón y la fe, y completa el posible efecto de sus razonamientos con una cita del editor del diálogo:

La afirmación decisiva en esta argumentación contra la conversión mediante la violencia es: no actuar según la razón es contrario a la naturaleza de Dios. El editor, Theodore Khoury, comenta que para el emperador, como buen bizantino educado en la filosofía griega, esta afirmación es evidente. Para la doctrina musulmana, en cambio, Dios es absolutamente trascendente. Su voluntad no está ligada a ninguna de nuestras categorías, incluso a la de la racionalidad. En este contexto Khoury cita una obra del conocido islamista francés R. Arnaldez, quien revela que Ibh Hazn llega a decir que Dios no estaría condicionado ni siquiera por su misma palabra y que nada lo obligaría a revelarnos la verdad.

Esta cita es importante, porque con ella se plantea una diferencia radical entre el concepto de dios en el cristianismo y en el islam: la racionalidad o irracionalidad. El resto del discurso parece abandonar esta cuestión, centrándose en la racionalidad y su convivencia con la religión cristiana a lo largo de los siglos. Ratzinger critica aquí lo que denomina reduccionismo y la exclusión de lo divino de la cultura cientifista... pero vuelve al final a la cuestión del diálogo entre culturas y a la cita de Manuel II, y parece que atribuye a la tradición cristiana la exclusiva de la racionalidad amplia de miras, compatible con la religión, cuando dice:

En el diálogo de las culturas invitamos a nuestros interlocutores a encontrar este gran «logos», esta amplitud de la razón.

El discurso no es un texto descuidado, cada cita y cada referencia cumple su función, todo está planificado para causar un efecto, defender la tesis de la importancia de una razón abierta a la fe y, además, mostrar la apertura del cristianismo a la razón y atribuir al islam la irracionalidad y la violencia. ¿Tiene Ratzinger y su iglesia la exclusiva de esta amplitud de la razón frente al resto de las iglesias? ¿Podemos pensar que es inocente y casual que una persona preparada, con una amplia cultura, que representa a millones de personas como miembros de una iglesia use estas citas y pretenda después que no tenía ninguna intención de molestar? Las reacciones no se hicieron esperar, eran previsibles, incluso para Ratzinger. Los musulmanes que viven su religión en el ámbito de la racionalidad y la tolerancia protestaron, argumentaron... los que la viven en el ámbito de la intolerancia y el extremismo, amenazaron, fueron violentos. Esta violencia no está justificada, no es justificable. La actitud irresponsable de Ratzinger, por otra parte, tampoco...

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